De una infancia marcada por la pérdida y una etapa de adicciones, a la plenitud de vivir del humor y priorizar a su familia. En esta charla con FISP, el cómico recuerda sus comienzos, su recuperación y cómo aprendió a transformar la tristeza en risa compartida.
Octubre de 2025 - Desde la Fundación Iberoamericana de Salud Pública (FISP) entrevistaron a Rodrigo Vagoneta, quien abrió su historia con honestidad y emoción. Su vida ha sido una montaña rusa de pérdidas, búsquedas y reinvenciones, pero con un hilo conductor claro: el humor como refugio, trabajo y motor.
Octubre de 2025 - Desde la Fundación Iberoamericana de Salud Pública (FISP) entrevistaron a Rodrigo Vagoneta, quien abrió su historia con honestidad y emoción. Su vida ha sido una montaña rusa de pérdidas, búsquedas y reinvenciones, pero con un hilo conductor claro: el humor como refugio, trabajo y motor.
Infancia marcada por la tristeza
“Fui un niño triste porque tuve una pérdida de mi madre”, recuerda. Ese vacío lo acompañó en su niñez, pero también lo empujó a encontrar en el humor una herramienta de supervivencia. En el secundario descubrió que podía hacer reír a otros y, a partir de ahí, comenzó a transformar la tristeza en alegría compartida.
El humor como destino
Aunque soñaba con ser un actor dramático como Alfredo Alcón, el camino lo llevó hacia otro lado. “El humor empezó como una forma de que la gente me devuelva la alegría”, explica. Así llegó al conservatorio, al teatro y luego a la televisión, donde Videomatch lo catapultó al reconocimiento masivo. Desde entonces, no dejó de trabajar como animador, humorista y actor, convencido de que reír “oxigena la sangre y saca el estrés”.
Alcoholismo: crisis y superación
Rodrigo atravesó una etapa difícil marcada por el consumo problemático de alcohol que, según admite, lo fue apagando lentamente: “Yo no podía vivir sobrio, necesitaba anestesiarme”. Las resacas, la dependencia y la imposibilidad de disfrutar sin beber se volvieron parte de su rutina, hasta que la realidad lo golpeó de frente: una noche, al recibir en brazos a su hijo, sintió miedo de que pudiera caerse por lo mareado que estaba.
Ese instante se convirtió en un punto de quiebre. Decidió pedir ayuda y encontró en su familia y en una institución de acompañamiento —que prefiere mantener en reserva para no desviar el foco— el sostén necesario para iniciar un proceso de recuperación. Con terapia grupal, contención y disciplina, Rodrigo empezó a dejar atrás la adicción. Hoy, a casi diez años de ese momento, asegura que pudo recuperar no solo su salud, sino también la tranquilidad de vivir, trabajar y disfrutar de su familia sin depender del alcohol.
La evolución del humor
Consciente de los cambios culturales, asegura que ya no encuentra gracia en burlarse de la condición sexual o de las dificultades del otro. “El humor también creció”, reflexiona. Hoy su espectáculo apuesta a la interacción con el público y a un humor más empático, donde la risa nunca sea a costa del sufrimiento ajeno.
Familia, trabajo y equilibrio
A los 53 años, Vagoneta elige priorizar el tiempo en familia por sobre la vorágine laboral. “La familia antes que nada”, afirma, convencido de que la verdadera felicidad está en compartir con sus hijos y sostener la unión con su esposa, su compañera en la vida y en los proyectos.
Pasión y futuro
Cuando piensa en lo que viene, se imagina disfrutando de sus hijos ya adultos, con más calma y proyectos que lo sigan ilusionando. “La pasión es lo que nos mueve”, asegura. Y recuerda una anécdota con Maradona: “Lo que más me sorprendió es que iba al baño con la pelota. Ahí entendí que era el mejor porque era el que más la amaba”.
La historia de Rodrigo Vagoneta muestra que detrás de cada chiste hay un recorrido de dolor, esfuerzo y aprendizaje. Su testimonio recuerda que el humor no solo entretiene, también cura, acompaña y conecta.

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