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Frustrada y exasperada, Gaza espera una reconstrucción que nunca empieza.

El desesperado presente de el Ejla es el de otras 100.000 personas, como mínimo, a lo largo y ancho de la Franja de Gaza, este estrecho territorio palestino que a mediados de 2014 fue largamente devastado por una ofensiva militar israelí que dejó unos 2.100 muertos y dos millones de toneladas de escombros.
Pese a la evidente urgencia, seis meses después de que la comunidad internacional se comprometiera a reparar los daños, la reconstrucción de Gaza ni siquiera ha comenzado, jaqueada por intereses políticos y trabas burocráticas que están caldeando los ánimos y arrastrando a la región al borde de un nuevo estallido.
"Todavía estamos en crisis. Y las cosas podrían empeorar de un momento a otro; uno no puede controlar a las masas, y 100.000 personas pueden arrastrar a otras 100.000", advirtió el jefe para Gaza del organismo de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), Majed el Bayed, al recibir a Télam en su oficina.
Con apenas 385 kilómetros cuadrados, Gaza es una región con la que se han ensañado la violencia y la pobreza.
Gobernada por el movimiento islamista Hamas, estuvo bajo ocupación militar y colonización israelí durante 38 años, de 1967 a 2005, y sufrió tres ofensivas del Ejército de Israel, uno de los más poderosos del mundo, en los últimos seis años. 

Tiene 1,8 millones de habitantes, y el 80% de las familias vive bajo el umbral la pobreza, según estadísticas oficiales palestinas que datan de 2008. En 2010, la ONU estimó el desempleo en 40%.
Está bajo bloqueo terrestre y naval de Israel y terrestre de Egipto desde que Hamas tomó el poder, en 2007.
Literalmente, nadie entra ni nadie sale; nadie puede escapar.
Su único aeropuerto fue destruido en 2001 en un ataque de Israel, que hoy controla además el espacio aéreo gazatí.
Muchos productos básicos escasean, y el bloqueo restringió sobre todo el ingreso de materiales para la construcción, que según Israel pueden ser utilizados por Hamas para fines militares.
No hay luz durante 18 horas del día, salvo en hoteles, edificios públicos, algunos comercios y las casas de las familias más acomodadas, que cuentan con generadores. El agua corriente es salada y sólo el 5% del agua es apta para el consumo humano.
Sin semáforos en las calles, el tráfico en Ciudad de Gaza, la más grande de la franja, es intensísimo y caótico, y los conductores avanzan alertándose permanentemente unos a otros a los bocinazos, sin reaccionar en lo más mínimo.



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